jueves, 14 de marzo de 2013

Viajeros al tren


Querido viajero, antes de partir ha de saber que todos formamos parte de una complejísima red ferroviaria. Cada uno de nosotros está asentado en torno a una estación distinta. En ese entorno se encuentra nuestra rutina, nuestros conocidos, nuestro mundo. Llegada la hora, decidimos aventurarnos a conocer nuevos ambientes. Es entonces cuando decidimos montar en el tren.

Tratamos de descifrar la red que lo conecta todo y encontrar nuestro siguiente destino. Comenzamos a conocer nuevos lugares, de los que habrá algunos a los que tardamos más tiempo y esfuerzo en llegar, hasta encontrarnos, años después de nuestro primer viaje, con que conocemos muchos más campos que al inicio de nuestro largo viaje de vida.

Al comienzo del viaje nos acompañan nuestras familias, maestros y compañeros de escuela. Según pasan las estaciones, poco a poco los viajeros se van bajando mientras que otros muchos se incorporan a nuestro viaje. Si sabemos bien las estaciones por las que parar, podremos encontrarnos con viajeros que nos querrán acompañar hasta el final de la línea. Si a eso le sumamos la suerte individual de cada uno, podríamos incluso llevar un trayecto cómodamente sentados y sin muchas dificultades ni traspiés. Aunque no nos debemos engañar, siempre pasaremos por baches y frenazos.

Así es como cada uno de nosotros acaba trazando su mapa de tren personalizado. Unos habrán recorrido líneas enteras; otros, tendrán menos mundo. Lo que es innegable es que hay una estación en la que cada uno de nosotros quiere parar en su vida: es conocida con el nombre de “Prosperidad”. No se moleste, señor viajero, en buscar dicha parada en su plano, ya que ahí no la encontrará. Para unos es leyenda, sólo unos pocos saben cómo se llega. Si usted es de los que no la conoce, ni siquiera  pregunte a los maquinistas: por irónico que parezca, los encargados de encaminar nuestros viajes no saben dónde está. Si esta estación no aparece en los planos de nuestra sociedad, es porque los gobernantes no saben cómo llegar.

Ante este plano incompleto que se entrega a las nuevas generaciones en esta sociedad, lo apropiado sería sustituir los maquinistas por los viajeros más sabios. Esos nuevos maquinistas conocerían todas las vías, sus respectivas paradas ordenadas cual peldaños, y, por supuesto, sabrían cómo llegar a la estación del bienestar. No sería ninguna novedad, que los conductores sean un equipo de tecnócratas es una idea existente desde que Platón conducía por la Antigua Grecia. Sin embargo, dicha idea ha sido tachada de elitista por aquellos que menos estaciones habían conocido, que resultan ser la mayoría.

Dado que la democracia defiende la opinión de esta mayoría como si de la verdad absoluta se tratase, al final de cada generación de maquinistas podríamos hacer un recuento de todos los trenes descarrilados, sin posibilidad de reincorporarse a las vías, a causa de tantísimos intentos fallidos por llegar hasta Prosperidad por caminos equivocados.

No es algo de ahora, sino algo que venimos arrastrando siglos, quedando millones de vehículos abandonados y destruidos a ambos lados de los oscuros túneles. A pesar de no poderse ver nada en su interior, no significa que el estropicio no continúe ahí: primero habríamos de retirar los oxidados escombros, para después construir nuevas vías que lleven a la Prosperidad e iluminar los túneles, con el objetivo de no desviarnos por las mismas bifurcaciones del pasado. Cuanto antes se arregle esta red, mejor; no vaya a ser que sepamos dónde coger el tren, pero no en dónde habremos salido de él. ¡Rápido! Ya nos están llamando: “¡Viajeros al tren!”

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