lunes, 21 de enero de 2013

Senderismo por el saber


En la lengua española, se suele leer de izquierda a derecha, y desde arriba hasta abajo. Ahora estás leyendo arriba. Todo cuanto nos rodea parece estar formado de dos realidades que, en cierto modo, se equilibran. Desde que aparecemos en el mundo percibimos la existencia de lo femenino y masculino, bien y mal, luz y oscuridad, dormir y despertar, vivir y morir.

También en la escuela existe una clara diferenciación entre dos tipos de actividades: las científicas (números) y las humanísticas (letras). En los primeros años, aún no somos conscientes de la diferencia entre dichas actividades, forman parte de un mismo cúmulo de conocimientos que se quieren aprender bien para poderlos aprehender.

Pero en toda promoción llega el listillo encargado de robar la inocencia a los pobres infantes (advertencia a pequeños internautas: mejor no sigan leyendo esta entrada). Unas de sus frases célebres son “Los Reyes son los padres” y “Lo de la cigüeña es mentira”. Pero otra expresión que pasa más desapercibida es “Yo soy de ciencias y tú de letras”. En ese momento, el alumnado comienza a diferenciar entre dos tipos de saberes y todos sus esfuerzos van dirigidos al perfeccionamiento de una única rama. Ya a los 15 años se les pide a los estudiantes decidir qué camino de la bifurcación tomar: izquierda o derecha, arriba o abajo, ciencias o letras. Parece que, con tantas promociones habidas y por haber, ninguna se da cuenta de que no existe un salto radical entre un lado y el otro, entre arriba y abajo (véase aquí la mitad), sino una progresiva unión de conocimientos, del mismo modo que de una cima a otra cima hay siempre una ladera que contiene cada granito de tierra que las conforman, apareciendo una zona en la que no se distingue entre una montaña y la otra.

Nuestros estudio debería ir encaminado a la construcción de cómodos puentes entre las cimas de la cordillera entera. Hay que conseguir una educación basada en los conocimientos encadenados, progresivos e interconectados. Se traduce en estudiar Historia. El sabio conoce la Historia, y no tan sólo datos de política, economía y guerras, no. La Historia lo fue, lo está siendo, y lo será todo de forma continua. A menos que consigamos integrar todas las disciplinas, la capacidad de los alumnos para relacionar conceptos caerá bien bajo, cual punto final del texto.