miércoles, 20 de marzo de 2013

Highway to Happiness


We all live in a planet whose main holiday destination is called ‘Smiland ’, whose capital city is Happiness, but no one knows for certain its exact location. It is said some lands are closer than others, but none of the lands known is Happiness. What is sure about this is the fact that every person who wants to get there has to hitchhike so as not to get alone to the dreamt city. But why do those people have to hitchhike? The answer is as simple as that: no one would ever notice they are in Happiness unless they had some friends by themselves.

Once the traveller has chosen some good friends (or has been chosen by them), it is time to step on the gas and drive for miles. The travellers, who may meet additional hitchhikers, will have to make difficult decisions and will obviously find a huge number of obstacles on the way. But that is the life; travellers should just have to go on driving. However, there are some other issues (apart from the relevance of friendship explained above) that should better be taken into account:

Firstly, drivers must be in good health conditions to keep on moving. That means, no unhealthy person would ever visit Happiness in its whole splendour. Secondly, no vehicle can travel any distance unless it is periodically filled with fuel. If we extrapolate this condition to the real life, it means no food would bring any happiness to any home. Last, but not least, I have to mention the importance of a nice atmosphere all along the way. Travellers should entertain during the long distance to be driven with their favourite hobbies and improve their abilities, such as music or drawing. To sum up, the main requisite to reach true Happiness is to have all our necessities covered. But, does this include money?

We go back to our metaphor about travellers. The driver will necessarily find some bifurcations on the road. One of them shows a long path with so many bumps that make the driver take the shorter one, which is usually called the Money-way. This way, which firstly seems easier, usually makes the leader go faster, betraying in most cases his/her mates. Although this road looks perfectly paved, not everybody is able to face the risks you may run.

Money is not an goal in itself but simply a way, which is the result of the current capitalism system. There are no tolls to be paid in the highways to Happiness, and in case there are, they will not get to ‘Smiland ’ at all. Let us imagine a new economical system that would be named ‘aquism ’. This said system would measure the wealth of a country with litres of water inside. That way, the travellers would find rivers and paths along their journey and the Money-way would have never been created. Still, Happiness would still exist, while money would not.

jueves, 14 de marzo de 2013

Viajeros al tren


Querido viajero, antes de partir ha de saber que todos formamos parte de una complejísima red ferroviaria. Cada uno de nosotros está asentado en torno a una estación distinta. En ese entorno se encuentra nuestra rutina, nuestros conocidos, nuestro mundo. Llegada la hora, decidimos aventurarnos a conocer nuevos ambientes. Es entonces cuando decidimos montar en el tren.

Tratamos de descifrar la red que lo conecta todo y encontrar nuestro siguiente destino. Comenzamos a conocer nuevos lugares, de los que habrá algunos a los que tardamos más tiempo y esfuerzo en llegar, hasta encontrarnos, años después de nuestro primer viaje, con que conocemos muchos más campos que al inicio de nuestro largo viaje de vida.

Al comienzo del viaje nos acompañan nuestras familias, maestros y compañeros de escuela. Según pasan las estaciones, poco a poco los viajeros se van bajando mientras que otros muchos se incorporan a nuestro viaje. Si sabemos bien las estaciones por las que parar, podremos encontrarnos con viajeros que nos querrán acompañar hasta el final de la línea. Si a eso le sumamos la suerte individual de cada uno, podríamos incluso llevar un trayecto cómodamente sentados y sin muchas dificultades ni traspiés. Aunque no nos debemos engañar, siempre pasaremos por baches y frenazos.

Así es como cada uno de nosotros acaba trazando su mapa de tren personalizado. Unos habrán recorrido líneas enteras; otros, tendrán menos mundo. Lo que es innegable es que hay una estación en la que cada uno de nosotros quiere parar en su vida: es conocida con el nombre de “Prosperidad”. No se moleste, señor viajero, en buscar dicha parada en su plano, ya que ahí no la encontrará. Para unos es leyenda, sólo unos pocos saben cómo se llega. Si usted es de los que no la conoce, ni siquiera  pregunte a los maquinistas: por irónico que parezca, los encargados de encaminar nuestros viajes no saben dónde está. Si esta estación no aparece en los planos de nuestra sociedad, es porque los gobernantes no saben cómo llegar.

Ante este plano incompleto que se entrega a las nuevas generaciones en esta sociedad, lo apropiado sería sustituir los maquinistas por los viajeros más sabios. Esos nuevos maquinistas conocerían todas las vías, sus respectivas paradas ordenadas cual peldaños, y, por supuesto, sabrían cómo llegar a la estación del bienestar. No sería ninguna novedad, que los conductores sean un equipo de tecnócratas es una idea existente desde que Platón conducía por la Antigua Grecia. Sin embargo, dicha idea ha sido tachada de elitista por aquellos que menos estaciones habían conocido, que resultan ser la mayoría.

Dado que la democracia defiende la opinión de esta mayoría como si de la verdad absoluta se tratase, al final de cada generación de maquinistas podríamos hacer un recuento de todos los trenes descarrilados, sin posibilidad de reincorporarse a las vías, a causa de tantísimos intentos fallidos por llegar hasta Prosperidad por caminos equivocados.

No es algo de ahora, sino algo que venimos arrastrando siglos, quedando millones de vehículos abandonados y destruidos a ambos lados de los oscuros túneles. A pesar de no poderse ver nada en su interior, no significa que el estropicio no continúe ahí: primero habríamos de retirar los oxidados escombros, para después construir nuevas vías que lleven a la Prosperidad e iluminar los túneles, con el objetivo de no desviarnos por las mismas bifurcaciones del pasado. Cuanto antes se arregle esta red, mejor; no vaya a ser que sepamos dónde coger el tren, pero no en dónde habremos salido de él. ¡Rápido! Ya nos están llamando: “¡Viajeros al tren!”

lunes, 4 de marzo de 2013

Loros en jaulas; aves sin alas


Ojalá esta historia fuera la de un único lorito, desafortunadamente es la historia de su especie entera. En los países desarrollados como el nuestro, los loritos nacen de un huevo, aislados de todo lo que les espera, y cuando ya han crecido lo suficiente como para distinguir los colores de sus alas, son encerrados en jaulas y llevados a pajarerías, en donde conocen a multitud de pajarillos como ellos (aunque quizás con diferentes tipos de plumas). Una vez allí, van creciendo día tras día, según aprenden palabras. Pero al vendedor no sólo le importa que el loro aprenda palabras; lo que el dueño busca es un loro que hable y sea capaz de repetir lo que sus futuros dueños digan.

Bajo ese esquema de vida, nacen y mueren cientos de ellos. Nacen, crecen, aprenden, hablan, repiten, memorizan, siguen, mueren. Pero muchos de ellos crecen incómodos en jaulas que se les quedan pequeñas, doblando sus alas, incapacitándoles más y más cada día a poder volar a su manera. Es posible que el dueño se dé cuenta a tiempo y le compre una jaula nueva. Porque puestos a estar en una jaula… Que al menos sea de nuestra talla, ¿no?

Pero normalmente, estos loritos de los que yo hablo, mueren con lesiones insanables en sus alas, mueren en la misma jaula en que los metieron de crías. Para aquellos que tienen la suerte de ser liberados de sus jaulas para buscar su propio alimento, suele ser demasiado tarde: la vida del pájaro está hecha para el vuelo, y si éste no sabe, no le queda más remedio que quedarse parado en su nido, esperando que otros lo alimenten. Mueren entonces sin haber volado ni una única vez en sus vidas.

Deja volar tu imaginación… ¿Cuántos son los dueños que a día de hoy dejan en libertad a sus loritos? ¿A cuántos de ellos les dejan desarrollar sus habilidades aéreas? ¿Cuántos loritos viven felices haciendo aquello con lo que más disfrutan? Como tú, como yo, todos los pajaritos queremos dejar atrás el loro memorístico, repetitivo y parlanchín que se espera de nosotros para poder volar a nuestras anchas. El de alas cortitas saltaría de rama en rama, el conformista medio iría de árbol en árbol, pero aquél de grandes alas que pudiera ir más alto, juguetearía con sus nubes.

Los dueños suelen querer que sus loritos permanezcan más y más tiempo repitiendo frases en sus jaulitas, mientras que las avecillas mordisquean las jaulas (grandes o pequeñas) para huir cuanto antes. Dueños del mundo, no porque esté encerrado aguantará más tiempo con vosotros. Si lo dejáis volar, tened por seguro que no querrá parar, porque cuando uno hace lo que le gusta, no son necesarias las jaulas. Ahora toca decidir si vale la pena tener pájaro en mano, más que ciento volando.