domingo, 21 de abril de 2013

Turear

Cada época de la Historia se podría resumir en tres bloques: ética, estética y sapiencial. Gracias a estas tres propiedades, la Historia queda dividida en etapas con características similares: Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea (en la que, en teoría, estamos estancados desde 1789). Sin embargo, se me ocurre un método más eficaz para dicha división en dos únicas etapas: los sufijos. 

Se aprecia a simple vista una clara diferencia de cultura entre épocas pasadas y esta época futura. La ética, estética y sapiencia anteriores se identifican con compuestos cultos acabados en “-tura”, mientras que actualmente, el sufijo predominante para nombrar a esas tres propiedades es “-ear”. 
“-tura”, del latín, sirve para sustantivar acciones de determinados verbos, mientras que “-ear” es un sufijo verbal para nombrar acciones de determinados sustantivos. Dicha selección de sufijos sirve para ilustrar cómo antiguamente la máxima importancia la recibían ciertas artes relacionadas con las Humanidades clásicas, las cuales tienen un origen etimológico culto; mientras que ahora, va dirigida hacia el desarrollo de nuevas técnicas e ideas que suponen una completa ruptura con todo lo anteriormente creado, posteriormente nombradas de manera improvisada. Se podría decir, de dichos sufijos, que el uno es el opuesto del otro. 

De esta manera, la sociedad hereda las “turas” del pasado y las “earea” día tras día. La Literatura ya no se obtiene en bibliotecas, sino que las obras se pueden googlear en cualquier dispositivo informático, en cuya pantalla aparecen páginas y páginas de texto, el cual se convierte en la dosis de lectura diaria. Aquel que quiere desarrollar su escritura, opta por bloguear, aunque en líneas generales, se suele reducir a twittear. Desde siempre, esto se ha llamado vaguear. Las obras de Arquitectura quedan renovadas por sorpresa con asimétricas pinturas; esta manera de tunear las calles se denomina grafitear, normalmente acompañada de un estilo musical, ya no basado en partituras, sino en las maneras de rapear. En cuanto a la escultura, su utilidad es dar cobijo a parejitas al tontear, así como servir de escondite a aquel que no aguanta más para m***. 

Es inevitable que el pasado se modifique en el futuro, pero generaciones futuras agradecerán cierta influencia pasada en sus vidas. No es posible el correcto desarrollo sin turear, es decir, antes de escribir sufijos “-ear”, se debe tener en cuenta el prefijo “tur-” ; dar un tour por la Historia antes de reescribirla. En caso contrario, mi conjetura es que esta época futura no estará a la altura de mi postura con respecto a lo que es y no es cultura.

miércoles, 3 de abril de 2013

El papel de la mujer en la sociedad


Yo (emisora) soy una mujer dentro de esta sociedad (receptor colectivo y contexto). ¿Cuál es mi papel? He aquí un papel (canal). Lo emplearé para comunicar cierto mensaje. Los mensajes se cifran en un código determinado, ya sea una lengua (español) o un lenguaje universal (lógica).

Todo aquello que aquí se escribe no tendrá ningún sentido comunicativo si la emisora no se expresa debidamente, si no llega al receptor buscado dentro del contexto adecuado, si el medio sufre deterioros o interferencias, o si el código no es debidamente interpretado. Son tantos los factores que intervienen para que una determinada información recorra el circuito comunicativo al completo sin sufrir daños que es incluso comprensible que aún hoy en día no se haya logrado interpretar correctamente los papeles escritos como, por ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos firmada el 10 de diciembre de 1948.

¿Qué es un papel? ¿Qué aparece en un papel? Al fin y al cabo un papel es un soporte en el que la emisora refleja el mensaje a transmitir, pero dicha comunicación aún está en proceso de ejecución. La igualdad se puede escribir de muchas maneras. Una de ellas es escribir un papel con un bonito principio a modo de Artículo 1 como “Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo (…)”. Un mensaje como este, escrito en lengua española, puede ser traducido a numerosas lenguas para que llegue al calificativo de “universal”, o también se puede extrapolar al campo de la Matemática. Dicha afirmación quedaría resumida en “Derechos(Hombre) = Derechos(Mujer)”- y no “Hombre = Mujer” ya que, a pesar de pertenecer a la misma especie, tenemos anatomías muy distintas, por lo que en lo no referente a derechos, el hombre difiere de la mujer y viceversa.

Un mensaje que para la emisora puede ser indudable ya que representa una verdad absoluta, puede verse fácilmente tergiversado cuando el receptor realiza un proceso mental (proceso que, en caso de omitirse, implicaría la no totalización del circuito comunicativo, y la infravaloración del mensaje) a la hora de llevarlo del mundo teórico y racional de las ideas al mundo práctico y tangible de lo sensible. Es justo en ese contexto, en el que intervienen los sentidos, las sensaciones, las hormonas y los instintos, aquel que dicha igualdad de derechos puede pasar de ser una igualación absoluta de derechos (“Derechos(Hombre) = Derechos(Mujer)”) a una igualación absoluta de realidades (“Hombre = Mujer“), o a una aproximación de derechos (“Derechos(Hombre) ≈ Derechos(Mujer)”), o llegar a invertirse en una desigualdad de derechos (“Derechos(Hombre) ≠ Derechos(Mujer)”).

Estas situaciones se pueden apreciar en cualquier aspecto de la vida cotidiana, como por ejemplo, la moda. Existen entidades que se identifican con uniformes unisex que pecan de extremar la igualdad, dado que no se adaptan a las formas ni necesidades de los dos tipos de anatomías presentes en esta, nuestra especie. Estas entidades se reparten por todo el globo, pero existe una distinción mucho más clara en cuanto a la moda: Oriente y Occidente. Allí en Oriente, sobre todo en las sociedades islámicas debido a unos determinados dogmas religiosos, tienden a cubrir al completo el cuerpo de la mujer en sociedad a pesar de las dificultades añadidas a la hora de que ella realice actividades cotidianas, ofreciéndose con la máxima totalidad al marido (de quien es posesión). Aquí, por el contrario, la mujer parece ser una obra en permanente exhibición al público, sin el mínimo sentido del respeto por el propio cuerpo, quedando al servicio de la satisfacción sensorial masculina generalizada, dejando poco - o nada - privado para la pareja. En cualquiera de estas tres situaciones se incumple que los derechos de ambos sean iguales. La moda moral, a la que nombraré con el acrónimo “modal”, sería aquella que se adaptase a la forma cuerpo a vestir con cierto gusto y modales, de acuerdo a que “la virtud está en el punto medio entre dos extremos viciosos”.

Este es mi mensaje y transmitirlo es mi papel; el de esta emisora a la que ahora puedes leer.